lunes, 6 de mayo de 2013

EL INSECTO, PABLO NERUDA


EL INSECTO






De tus caderas a tus pies

quiero hacer un largo viaje.


Soy más pequeño que un insecto.



Voy por estas colinas,

son de color de avena,


tienen delgadas huellas


que sólo yo conozco,


centímetros quemados,


pálidas perspectivas.



Aquí hay una montaña.

No saldré nunca de ella.

Oh, qué musgo gigante!

Y un cráter, una rosa

de fuego humedecido!




Por tus piernas desciendo


hilando una espiral


o durmiendo en el viaje


y luego a tus rodillas


de redonda dureza


como a las cimas duras


de un claro continente.




Hacia tus pies resbalo,

a las ocho aberturas,


de tus dedos agudos,


lentos, peninsulares,


y de ellos al vacío


de la sábana blanca


caigo, buscando ciego


y hambriento tu contorno


de vasija quemante!


sábado, 16 de marzo de 2013

Muffins de fresa (receta para 12 unidades)

Muffins de fresa (receta para 12 unidades)

Ingredientes:

100 gr. de mantequilla
200 ml. de leche
2 huevos
250 gr. de harina
15 gr. de levadura tipo Royal (polvo para hornear)
200 gr. de azúcar blanco
50 gr. azúcar moreno
250 gr. de fresas
1/2 cucharadita de esencia de vainilla
1/2 cucharadita de canela
Una pizca de sal

Preparación:

Lavamos las fresas, le quitamos el tallo y las cortamos en trozos pequeños. Las ponemos en un recipiente, le añadimos 50 gramos de azúcar y a ser posible las dejamos reposar a temperatura ambiente durante unos 20 o 30 minutos.

Mientras tanto, en un bol añadimos la leche, la mantequilla y los huevos y lo batimos todo ligeramente. La mantequilla la hemos dejado previamente a temperatura ambiente para que se ablande, o la ponemos unos segundos en el microondas. En otro bol, añadimos la harina, la sal, la levadura, 150 gramos de azúcar blanco, 50 gramos de azúcar moreno, la esencia de vainilla, la canela y la sal, y lo mezclamos. Añadimos los trocitos de fresas y lo removemos. Le vamos añadiendo poco a poco el contenido del otro bol con la mezcla de leche, mantequilla y huevos, y lo mezclamos todo. No hace falta batirlo mucho, simplemente que quede todo bien mezclado.

Si tenemos moldes de papel o de silicona para muffins, llenamos los moldes con la masa hasta cubrir aproximadamente 3/4 del molde, y los colocamos en la bandeja para muffins. Así nos aseguramos que no se desbordan, pero si no se tiene moldes individuales, simplemente se llenan los huecos de la bandeja para muffins con la masa. Podemos mezclar 4 cucharadas de azúcar y 1 cucharada de canela y espolvorearla por encima de los muffins antes de ponerlos al horno para darle un toque de sabor.

Precalentamos el horno a 190º y cuando esté caliente ponemos la bandeja de los muffins durante unos 25 minutos. Para comprobar si los muffins de fresa están hechos, pinchad uno con un palillo y si sale limpio es señal de que ya están hechos. Los sacamos del horno, los dejamos enfriar durante unos 10 minutos.




lunes, 4 de marzo de 2013

Receta

"Pudín de besos"




-200gr de pasión
-100gr de dulzura
-Dos cucharadas soperas de amor
-150gr de complicidad


Preparación:

Se mezclan los ingredientes en un solo beso; se agitan los labios y la lengua para que amase y forme cuerpo; agítalos 15 seg. Deje su cocimiento por 3 minutos a fuego lento para que llegue a su punto; respiren un poco y repita el procedimiento cuantas veces quiera.

(Entre dos personas que se quieren, sabe más rico)

Robert Corral Salazar


domingo, 24 de febrero de 2013

Prisioneros en Brasil leen libros para acortar su sentencia.

Programa brasileño de libertad anticipada ofrece a los encarcelados acortar los días de su sentencia por determinado número de libros leídos.



El gobierno brasileño ha implementado en cuatro prisiones federales un interesante programa de excarcelación que intercambia días de sentencia por libros leídos, entre los cuales se encuentran obras literarias, filosóficas, científicos y algunos clásicos obligados.
Los reos, elegidos por un comité especial para participar en “Redención por medio de la lectura”,tienen cuatro semanas para leer cada libro y escribir un ensayo al respecto, legible y con los cuidados mínimos de presentación.




“Una persona puede dejar la cárcel más instruida y con una visión de mundo mucho más amplia. Sin duda se irán siendo mejores personas”, declaró al respecto el abogado paulista Andre Kehdi, quien dirige un proyecto de donación de libros a las cárceles.
Por cada 12 libros leídos los reos restan 48 horas a cada año de su sentencia.

Encontré este bonito cartel y se los quiero compartir; es muy interesante. :D




miércoles, 30 de enero de 2013

Con todo respeto "A la chingada!"


Chingar
Octavio Paz
Fragmento de "El laberinto de la soledad".



¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz.
En la Anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere o, significativamente, piquete al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol.

Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.


En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".

La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.

Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.


El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.

Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.

La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).


El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.

La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.